Lorent Saleh, de una prisión venezolana a vivir en Ribadeo: « Volver a ser libre es complicado»

Lorent Saleh (San Cristóbal, Táchira, 22 de julio de 1988) fue galardonado en el año 2017 con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia entregado por el Parlamento Europeo. Es activista por los Derechos Humanos desde sus años universitarios y fundador de la ONG Operación Libertad. Estuvo cuatro años preso en su país natal y afirma haber sufrido torturas durante su encierro en La Tumba y El Helicoide. Recibió la nacionalidad española en octubre de 2018 y se asentó en Madrid junto a su familia. Al cabo de un año decidió establecer su residencia en el concejo de Ribadeo —primero en Remourelle y más tarde en Cedofeita— donde cultiva su propio huerto y regenta, junto a su esposa, el bar del Círculo Habanero de A Devesa. 

 

Estuvo cuatro años preso en su país natal, dos de ellos en “La Tumba”. ¿Cómo fue todo aquello?

 

Estar dentro de una celda hace que tu mundo se reduzca a esa celda. Al menos físicamente. Volver a ser libre es complicado. Sin embargo, estar allí encerrado me llevó a un punto de sentir una libertad muy profunda que a veces siento perder aquí. Es contradictorio. 

 

Mi mamá me decía una vez que pudo verme en la prisión que mi situación era muy injusta. Imagínate cómo me pudo ver, ¿no? Demacrado, sin cabello, muy delgado. Pálido. Pero bueno, cuando tú decides enfrentarte a una dictadura también asumes las consecuencias. Aunque sean ilegales. De hecho, a mí nunca me hicieron un juicio. Lo que yo quería era llegar a la audiencia preliminar. Pero uno sabe a lo que se enfrenta. Una de las cosas que yo necesitaba tener siempre clara para aguantar no solo la pérdida de la libertad física, sino la presión a la cual te someten, la tortura, era aferrarme al sentido de la vida. Y no olvidar que yo no llegué ahí por error. Yo había tomado una decisión. 

 

Justo hoy hablaba con una periodista que vino a verme de Venezuela y hablábamos de este tema. Le decía que todo siempre fue parte del plan. Una cosa es que tú no quisieras que pasara, pero cuando yo entro a la universidad y lo que veo allí es una cosa y lo que se hace y lo que está pasando es otra, pues… tomas una decisión. O te pliegas al sistema corrupto y formas parte de él o te vas con tu familia fuera del país. O, por otra parte, te enfrentas al sistema. Yo necesitaba siempre aferrarme a esa decisión porque eso me permitía resistir. Una cosa es estar preso y otra distinta es estar secuestrado. Imagínate pasar por todo aquello y no encontrarle el sentido. 

Lo jodido de aquella situación es que no sabes si en cualquier momento te van a sacar y matar. O qué va a pasar contigo. Porque además ellos juegan con eso. No sabes ni la hora. Y saber la hora no es que tengas que saber que son las tres de la tarde, es que no sabes si dormiste una hora o cinco minutos. Es una locura. 

Me han acusado, por ejemplo, de ser agente del Mossad cuando mi apellido es palestino, mi abuelo materno es de Ramallah

Luego pasa otros dos años en El Helicoide y allí lidera un motín.

 

Sí, históricamente el Helicoide tiene un simbolismo muy importante porque primero iba a ser un centro comercial, el más grande de América Latina. Pero lo convierten en la sede del servicio de inteligencia, el DISIP. El Helicoide fue siempre muy emblemático porque ahí torturaron todos los gobiernos. Chávez lo transforma en el SEBIN, el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional y no cambian las prácticas sino que las profundizan ya con asesoría rusa, bielorrusa y esencialmente cubana. Funciona como el gran centro de detención política. Muy distinto de La Tumba, que era una especie de laboratorio experimental. El Helicoide estaba lleno de presos, había más de 300 personas allí. 

 

Pasaron muchas cosas hasta que logramos hacer un motín y tomamos el control de la cárcel por algunos días. Eso nos permitió mostrar muchas cosas que pasaban dentro, y denunciarlas. Las condiciones de la prisión. Gente que estaba secuestrada allí y que la daban por desaparecida. Los locales y los espacios de tortura, las herramientas de tortura. Todo esto contribuyó a la liberación de la mayoría de los presos políticos de ese momento, menos a la mía. Ahí entré en mi último periodo en la cárcel, los últimos 8 meses fueron muy duros porque yo ya había vivido varios procesos de liberación y el mío parecía no llegar nunca. 

 

¿De qué se le acusaba?

 

De muchas cosas, de conspiración para la rebelión, de terrorismo… Me han acusado, por ejemplo, de ser agente del Mossad cuando mi apellido es palestino, mi abuelo materno es de Ramallah. Han llegado a acusarme de ser neonazi.

 

Pero el gobierno venezolano ha difundido fotos suyas portando un arma y grabaciones en las que planea ataques...

 

Sí, hay fotos mías en Colombia portando un arma porque yo estudiaba en la Escuela Superior de Guerra, estaba haciendo la maestría y portaba un fusil nada más y nada menos que en el Día de los Héroes de la Nación, donde se le rinde honor a los militares que han perdido su vida combatiendo el narcotráfico y el terrorismo. Nunca estuve inmiscuido en algo ilegal. 

También hay videos pero, por ejemplo, si yo grabo esta conversación, grabo meses y meses de nuestras conversaciones y agarro y manipulo ciertas partes; lo que queda es un montaje. La audiencia preliminar en la que ellos tenían que presentar las pruebas no se dio, y por eso nunca hubo juicio. De hecho, logramos que la compañía Apple se pronunciara y era una evidencia para nosotros que todos esos videos habían sido manipulados. 

 

¿Qué supuso para usted ser galardonado con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia?

 

A mí me dan esa noticia estando preso y, claro, fue la constatación de que no estábamos solos. Hubo momentos en los que se puso de moda el tema de Venezuela. Aquí en España va por épocas e incluso se convierte en política interior. Cuando iba por toda América Latina a hablar de lo que estaba pasando en mi país la gente no quería escuchar porque el petróleo estaba en más de 100. Era frustrante esa indiferencia. Los presidentes, que ahora que son expresidentes, se rasgan las vestiduras pero cuando ocupaban ese cargo, no nos recibían. El premio significó también reafirmarse en un compromiso. Tienes que ser consecuente. Yo me quedo aquí dentro, preso, pero mi voz llega a muchos lugares. El esfuerzo ha valido la pena, a lo mejor no va a pasar nada pero no van a poder decir que no denunciamos, que nos quedamos callados. En términos operativos me ha dado una capacidad de maniobra que hoy me permite tener influencia en temas de derechos humanos. Me ha permitido ayudar a mucha gente y, sobre todo, hacer algo que me apasiona y me gusta mucho: profundizar en el campo de los derechos humanos y en el concepto de terrorismo y tortura; que es algo que siempre ha estado presente pero que todavía no se ha logrado delimitar conceptualmente. 

 

Dadas sus raíces, ¿cómo ve el conflicto israelí-palestino?

 

Me preocupa, porque detrás de las grandes crisis humanitarias se configura una dinámica económica que impide que haya una resolución a la crisis. El tema palestino creo que es quizás la principal vergüenza de nuestra civilización actual, no es posible que eso siga pasando, no es posible que la Franja de Gaza sea una gran cárcel; pero hay muchos intereses, hay culpables palestinos y judíos. Hay elementos palestinos a los que no les conviene la paz, ni la resolución del conflicto. Por ambos bandos. Israel viola sistemáticamente los derechos humanos. 

 

Tras su llegada a España, ¿cómo acaba en Ribadeo? ¿Tiene algún vínculo con el pueblo?

 

Yo vengo del occidente de Venezuela, que es una zona montañosa. Estoy acostumbrado a la lluvia. Es una zona verde. Y yo necesitaba naturaleza, necesitaba verde. Por un lado, estaba todo el tema sociopolítico de Madrid que me agobiaba mucho y, por otro lado, venir a Ribadeo tuvo sus razones espirituales y de salud. Necesitaba espacio, necesitaba árboles y abrí Google y fue lo más verde que vi. En otra pestaña tenía la página de una inmobiliaria, y entonces me apareció una casa en Remourelle. Era mi oportunidad para hacer dos cosas que siempre había querido hacer: sembrar, hacer algo con tus propias manos; y escribir. Nos montamos en la camioneta y cuando estábamos llegando yo ya no me quería regresar. Hicimos noche en Burela, en un Airbnb, y al día siguiente cerramos el contrato. Estoy en un país donde soy libre y donde han nacido mis hijos. Una de las cosas que más me puede llenar hoy en día es ver a mis hijos creciendo en este lugar. Eso me hace sentirme pleno. 

 

Ahora lleva el bar del Círculo Habanero de A Devesa, una institución centenaria.

 

Yo nunca había trabajado en hostelería. La idea era más la de un café cultural. Y como siempre bajaba por Noceda, me llamó mucho la atención el lugar por las palmeras, etc. pero no lo conocía. Luego me dicen que estaban buscando a ver quién podía llevarlo y yo ya venía interesándome un espacio similar. Ahora estamos replanteándonos algunas cosas y tratar sólo de abrir en ocasiones especiales. Digamos que estamos tomando un poquito de oxígeno para volver a dar un paso adelante, otro empuje. Pero hemos hecho actividades intelectuales y culturales bien bonitas, como el círculo de lectura donde había 14 o 15 personas fijas y leímos 6 libros en poco más de 3 meses. No conocía el legado indiano, pero me encanta saber que el Círculo Habanero es el esfuerzo de una gente que cruzó el océano y pensó en su comunidad.