Nació en A Coruña, vive en Madrid, pero tiene relación con Ribadeo…
Veraneo desde niño en Ribadeo y es el lugar al que me escapo siempre que puedo a descansar y a alejarme del mundo. Es el lugar donde más cómodo me siento.
Algunos lugares de Ribadeo son mencionados en sus libros, ¿es una fuente de inspiración para usted?
Ribadeo siempre ha sido inspirador y en los últimos libros, en varias ocasiones, he ido a terminarlos o a avanzar allí. Como suelo trabajar poco en el despacho y escribir mucho en bares o en sitios bonitos, la parte final de mi anterior libro la escribí en O Cargadoiro. Y esta novela que estoy presentando ahora tiene un buen trozo que está escrito en el Náutico de Ribadeo.
Ha publicado su primera novela, Rosas de Papel, cuyo protagonista se apellida Díez, ¿es un trasunto del autor?
No, no, no hay ningún juego. Dice el poeta Luis Alberto de Cuenca, que es quien presentó el libro el otro día en Madrid, que toda primera novela tiene algo de autobiográfico. Yo supongo que esta también lo tendrá, pero yo no llevo una vida ni mucho menos tan desdichada como la del protagonista de Rosas de Papel. Y sí, es mi primera novela, mi undécimo libro, pero todos habían sido ensayos, crónicas… con un estilo muy particular, a veces entre la ficción y la realidad. Pero esta vez quise asumir el reto de escribir una novela y dar también un pequeño giro, pues normalmente yo me he dedicado al humor, mi escritura suele ser bastante satírica y divertida y esta es una novela densa, muy emocional y bastante decadente. Dentro de la sorpresa de los lectores, que no están acostumbrados a verme en este terreno, la respuesta está siendo mucho mejor de lo que yo creía.
Sus anteriores libros tratan muchos temas (música, política, sociedad…) y tocan muchos géneros…
Durante bastantes años dediqué todo mi trabajo enteramente al humor, la parte más literaria; es decir, todo lo que se sale de mi vida periodística. Me parecía que era necesario hacer libros sin mayor pretensión que el humor. Y a ese género responden, efectivamente, Yo maté a un gurú de internet y también el libro Aprende a cocinar lo suficientemente mal como para que otro lo haga por ti. Es, simplemente, un pasatiempo. Luego tengo un montón de libros que hablan de diversos temas que están relacionados con las cuestiones que yo he atendido en mi vida periodística. Pero el nexo común a todos ellos es el estilo porque al estilo nunca renuncias al escribir. Mi libro anterior es un ensayo sobre la tristeza y la felicidad y se reconoce como ensayo porque pertenece a ese género, pero verdaderamente tiene de todo: humor, ideas interesantes, un montón de reflexiones… Es una manera de llevar el estilo más desenfadado a la literatura más académica. Esto también lo hace accesible a más gente. Y sobre todo es eso, que yo no puedo renunciar al estilo periodístico. Da igual que aborde un ensayo sobre la tristeza que un libro sobre música, por ejemplo, para mí es exactamente lo mismo, es contar un trocito de tu vida mezclado con experiencias y con ideas y entretener un rato.
Cada vez las fronteras entre los géneros son más difusas…
Está claro. Y, además, yo no me siento especialmente cómodo encasillándome en un género. Me parece que hay autores que sí, que están más cómodos y parece que se ponen malos si los sacas de ahí. A mí realmente me hace bastante feliz cuando la gente me dice que en mis libros prima el estilo sobre el género.
Es muy extraño que a un español le dejen escribir sobre política local americana
Es destacable también su faceta como articulista. Además, colabora regularmente en revistas estadounidenses…
Realmente, lo que más tiempo he sido en mi vida es articulista. Digamos que he sido siempre el verso libre del periódico, que no se ciñe a un estilo ni a la actualidad. A veces como columnista y otras haciendo crónica parlamentaria o haciendo crónica política. En el 2017 sacamos un libro titulado El siglo no ha empezado aún, que reunía quince años de columnas. Lo que hicimos fue seleccionar todas aquellas que no estaban ligadas a la actualidad, porque quizás algunas ya habían perdido un poco el sentido para estar en una antología. Y luego, efectivamente, en Estados Unidos, desde el año 2015, he sido colaborador en varios medios. He sido también corresponsal en España para The Daily Beast. Y desde el 2018 me he convertido también allí en columnista y he ido ampliando las colaboraciones en medios de todo el espectro político, sobre todo en medios conservadores. Lo hago todo con el mismo estilo y con el mismo análisis político tratando problemas globales pero también me meto con frecuencia en temas de política americana. La sorpresa es que ha funcionado muy bien, porque es muy extraño que a un español le dejen escribir sobre política local americana. Pero, nuevamente, la gente ha valorado más el estilo y las ideas que el etiquetaje del personaje. De ahí sale el proyecto con el que estoy ahora, que es mi primer libro americano. Saldrá en otoño y es un poco lo mismo, un análisis de la situación actual, política e ideológica, desde el humor. Se editará en Estados Unidos y solo en inglés. En eso he estado trabajando este verano.
¿Tiene ya título?
Tiene título. En español se llamaría No comeré grillo y alude un poco a todo esta tendencia que hay ahora de comer insectos que surge sobre todo en la Unión Europea pero también en la ONU a cuenta del asunto del cambio climático, el medio ambiente, etc. Es un poco una declaración de intenciones, es un poco decir “hasta aquí hemos llegado”, esa es la idea. Es una crítica al globalismo y a la pérdida de soberanía de las naciones y al hecho de que las decisiones, hasta en las ciudades más pequeñas, cada vez más, provienen de gente a la que no hemos votado directamente. Es decir, estructuras internacionales, cosas complejas como la ONU, el Foro de Davos, un montón de gente influyendo en nuestras vidas sin haber pasado por un proceso de elección y saltándose la soberanía de las propias naciones. Todo con bastante sentido del humor en un libro bastante ligero.
Es más fácil patearle el culo al alcalde que a Von der Leyen en Bruselas
¿No cree que siempre ha habido gente que ha tomado decisiones saltándose, por ejemplo, el filtro de las urnas?
Sí, yo es que tengo la absoluta seguridad de que quien mejor sabe lo que hay que hacer con el dinero que lleva en el bolsillo es uno mismo. No creo que los gobiernos eduquen mejor a mis hijos que yo. No creo que manejen mejor mi economía que yo. Admito que tiene que haber un cierto gobierno para que esto no sea una anarquía, pero al menos me gusta tenerlo lo suficientemente cerca. Es más fácil patearle el culo al alcalde que a Von der Leyen en Bruselas.
Además, tiene un proyecto musical llamado Popes80.
Popes80 supuso el comienzo de mi carrera profesional hace ya más de 20 años. Durante 10 años me dediqué en exclusiva al periodismo musical, tanto en Popes80 como en emisoras musicales. Después lo dejé para dedicarme a otro tipo de periodismo, a la televisión y a escribir. Sin embargo, lo hemos mantenido siempre abierto porque hay una gran comunidad de artistas, sobre todo de los años 80 y 90, que creían que el proyecto debía seguir por lo que representa para el pop español. Entonces, ha estado ahí siempre, a veces como un hobby, a veces más elaborado. Este último año inauguramos un podcast semanal que en su primera temporada ha funcionado extraordinariamente bien dedicando monográficos y programas especiales a diferentes músicos. Hacemos lo que hacíamos antes, poner buenas canciones y mezclar a estrellas del pop nacional con gente nueva. Intentamos que se mantenga viva la llama del maravilloso talento que tenemos aquí en el pop de los últimos 30 o 40 años.
¿Cree entonces que el pop español sigue gozando de buena salud?
Creo que el periodo de los 80 y 90 fue extraordinario por muchas razones, pero sobre todo porque salieron artistas de una enorme personalidad como Enrique Urquijo, Antonio Vega, Pepe Risi, el propio Loquillo. Realmente fue una época muy buena, pero no quiere decir que no haya habido grupos buenos después. Si lo ampliamos al indie seguimos teniendo artistas fabulosos como La La Love You, Iván Ferreiro, Xoel, Leiva… La prueba de que está vivo es que yo, este verano, me he ido a cuatro o cinco conciertos grandes y las estrellas siguen siendo ellos. Debemos estar muy orgullosos de su legado.
La última: un libro, una canción y un plato.
El libro es un tanto difícil, con el que estoy ahora es Ciudad en la niebla de Agustín de Foxá, una colección de poemas. Como canción me quedo con El canto de la sirena de Los Limones. Y el plato, algo típicamente ribandese, pulpo con almejas.