El tiempo no se detiene… y ellos tampoco

jubilación activa

Cada vez más personas mayores eligen vivir su jubilación de forma activa y comprometida. Practican deporte, estudian, viajan, emprenden o colaboran en proyectos sociales, rompiendo así con los estereotipos tradicionales sobre el envejecimiento

Durante años, la jubilación ha estado asociada a una etapa de descanso, retiro social y vida pausada. Sin embargo, esa imagen está cambiando. Hoy, muchas personas mayores optan por una vejez activa, vinculada al aprendizaje continuo, la actividad física, el compromiso social o incluso el emprendimiento.

Lejos de representar un cierre, el final de la vida laboral se ha convertido, para muchos, en una nueva etapa llena de posibilidades. La idea de que “la vida empieza a los 65” ya no suena tan exagerada.

Factores como el aumento de la esperanza de vida, una mejor salud general y un mayor nivel educativo han dado lugar a un nuevo perfil de persona mayor: más autónoma, más curiosa y con mayor deseo de seguir participando activamente en la sociedad.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cerca del 40 % de las personas mayores de 65 años realiza algún tipo de actividad física con regularidad. Además, programas educativos específicos para mayores, actividades culturales y propuestas de voluntariado cuentan con una participación creciente.

Los expertos coinciden en que mantenerse física, mental y socialmente activo ayuda a envejecer mejor. El ejercicio previene enfermedades, el aprendizaje continuo estimula el cerebro y las relaciones sociales reducen el riesgo de soledad, ansiedad o depresión.

“Envejecer activamente no es solo una opción saludable, es una necesidad social”, señalan los expertos. “Las personas mayores tienen mucho que aportar y quieren seguir formando parte de la vida colectiva”.

Pese a los avances, no todas las personas mayores tienen las mismas oportunidades de vivir una vejez activa. La brecha digital, las diferencias económicas, el acceso desigual a recursos o la salud precaria siguen limitando esta posibilidad para una parte de la población.

Además, persisten estereotipos que reducen a las personas mayores a una imagen pasiva o dependiente. El edadismo, o discriminación por edad, es una barrera social que todavía condiciona muchas decisiones en ámbitos como el empleo, la tecnología o la participación pública.

Un cambio que ya está en marcha

Aun así, los ejemplos de personas mayores que rompen moldes se multiplican. Desde quienes se inician en nuevas disciplinas hasta quienes ofrecen su tiempo y experiencia en proyectos comunitarios, hay una tendencia clara: la jubilación ya no es el final de nada, sino una etapa más, con nuevas oportunidades.

“Cada persona vive esta etapa a su manera”, concluye la socióloga Isabel Castaño. “Lo importante es que la sociedad esté preparada para acompañar esa diversidad, promover el envejecimiento activo y reconocer el valor de la experiencia”.

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